Jimmy Kimmel lleva saliendo en las noticias a cada rato últimamente, así que la demanda que le metió el eterno punching bag nocturno/estafador condenado/excongresista George Santos pasó bajo el radar. Pero lo que pasó ahí es un ejemplo buenísimo de hasta dónde llegan los derechos de autor y la famosa letra chiquita de los términos de servicio de webs y apps.

La cosa fue así: Kimmel y su gente vieron que Santos estaba en Cameo, donde puedes pagar por videos cortos de famosos con el mensaje que quieras. Por lo general es algo como “feliz cumple” o “feliz retiro”. Kimmel y sus guionistas quisieron probar si había algo que Santos no se animara a decir en Cameo. Y para que funcionara, obvio, no dijeron que era el equipo de “Jimmy Kimmel Live!”, pidiendo los videos.

A Santos no le gustó nada el segmento, que pasó clips de esos videos y se llamaba “Will Santos Say It?”. Así que demandó a Kimmel, a ABC y a Disney, la dueña de ABC. Acusó infracción de copyright y también incumplimiento de contrato —el “contrato” siendo los términos de servicio de Cameo—. Perdió en todo, y dos veces: el tribunal de distrito desechó su caso, y la corte de apelaciones confirmó la decisión.

En lo de copyright, Kimmel y Disney defendieron y ganaron por uso justo. El tribunal citó precedentes que dicen que el fair use te cubre incluso si parece infracción, cuando lo contrario “ahogaría la creatividad” que el derecho de autor debería fomentar. Acá, usar los videos era parte del comentario constante de “Jimmy Kimmel Live!”, sobre si había algo que Santos no diría por plata. Santos trató de decir que, como ese era su objetivo desde el arranque, el uso no era transformador. Pero… así no funciona. El objetivo de Santos era, supuestamente, cumplir un pedido en la app. El del programa era juntar suficientes ejemplos de una conducta para mostrar un patrón y comentarlo.

También quiso decir que el no haber contado la razón tiraba abajo el fair use porque fue “engañoso”. Pero el tribunal dijo que no había pruebas de que ese engaño buscara reemplazar el mercado de los Cameos de Santos. Repite conmigo: opinar sobre la calidad de un producto o de quién lo hace no es, legalmente, interferir con un negocio. Si alguien te dice que una peli, un libro o, sí, un Cameo no vale gran cosa por lo común o lo flojo que es y te muestra ejemplos, eso no es una práctica comercial engañosa. De hecho, las revisiones encubiertas de calidad y las reseñas son bien estándar. ¿Esto es más chistoso y entretenido que una crítica de restaurante? Sí. Y aun así está protegido por fair use.

Viene bien este caso para recordar que, pese a todo, aunque los grandes estudios a veces digan lo contrario, el fair use nos protege a todos, incluidos ellos. Eso sí, no te quedes esperando a que lo recuerden cuando alguien quiera hacer una review en YouTube de una peli de Hollywood usando clips.

Otro tema, menos obvio, pero igual de clave, es lo de los términos de servicio de Cameo. Muchas veces se usan contratos para recortar derechos de fair use. Cameo vende distintos tipos de videos. El más común trae una licencia de uso personal —los “feliz cumple” y similares—. También hay una licencia de uso “comercial”, si quieres usar los videos para generar plata, tipo un anuncio o un endorsement pagado. Pero acá el tribunal dijo que los términos de servicio son un contrato entre el cliente y Cameo, no entre el cliente y quien graba el video. Los TOS de Cameo dicen clarito cuándo sus reglas aplican a la persona que vende el video, y no crean un escenario donde Santos pueda usar esos términos para demandar a “Jimmy Kimmel Live!”. Para el tribunal, esos términos ni siquiera sugieren un acuerdo compartido ni un contrato entre los dos.

Es rarísimo que ese muro eterno de texto que son los términos de servicio de verdad sirva para cuidar la libertad de expresión; así que da gusto verlo acá.

En general, en la EFF odiamos cuando este tipo de contratos —ya sabes, esos donde aprietas “aceptar” después de scrollear por años solo para usar la app— se usan para recortar derechos de los usuarios. El fair use debería protegernos de lecturas demasiado estrictas del copyright, pero unos TOS abusivos pueden ir limándolos. Vamos a seguir peleando por esos derechos y por la gente que los usa, incluso si el que está ejerciendo el fair use es Disney.